No hay nada que me desconcierte más, que una mirada perturbadora, de esas que se te hincan en el subconsciente más recóndito, y por más que intentes desairarla, te persigue.
Eso me pasa últimamente con varios personajes, intento que pasen inadvertidos por mi vida, pero al mínimo movimiento, me acechan, me aguardan, me avizoran, me esperan.
Esta mañana, mientras fregaba los cacharros, con una letanía rutinaria, ahí estaban, van por épocas y estados de ánimo, supongo que si me analizara sacaría conclusiones extraordinarias, pero no soy argentina ni dentista.
Estos días hay tres personajes que no dejan de rondar por mi casa, se meten en mi cama, mientras cocino, hago la colada o un pastel de trufa caramelizado, da igual, se tumban en mi sofá hacer la siesta, incluso roncan, se duchan tranquilamente y se preparan el desayuno.
Estos tres personajes que me acompañan últimamente, son Vladimir Putin, Einstein y Marie Curie, llámenme rara, pero es así, observen sus miradas durante tres segundos
No sé si existe alguna conexión entre ellos, aparte de que los tres pasaran a la historia, lo cierto es que sus miradas me intranquilizan y reconfortan a la vez, me perturban e incluso en ocasiones se adentran tan profundamente que me es imposible desdoblarme de ellos, es como si una fuerza de la gravedad me tirara hacia ellos, y aunque en ocasiones los desprecie, puedo entrar en sus criadoras, les juro que no he tomado ningún estupefaciente ni nada por el estilo, son personalidades incapaces de pasar inadvertidas, no por sus logros o desdichas, sino por sus continentes, por sus miradas.
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No sé si existe alguna conexión entre ellos, aparte de que los tres pasaran a la historia, lo cierto es que sus miradas me intranquilizan y reconfortan a la vez, me perturban e incluso en ocasiones se adentran tan profundamente que me es imposible desdoblarme de ellos, es como si una fuerza de la gravedad me tirara hacia ellos, y aunque en ocasiones los desprecie, puedo entrar en sus criadoras, les juro que no he tomado ningún estupefaciente ni nada por el estilo, son personalidades incapaces de pasar inadvertidas, no por sus logros o desdichas, sino por sus continentes, por sus miradas.
La melancolía de Curie, me desarma, mira al infinito, al más allá, como si en sus ensayos de laboratorio quisiera encontrar la pócima del alma descarriada, esa que no cesa y siempre esta sedienta de incertidumbre, indecisión y perplejidad.
Einstein me causa ternura y zozobra, siempre me ha ocurrido con los genios, será por que ejercen sobre mí un aturdimiento, me desconciertan y eso me hace estar alerta, no me dirán que no podría pasar por un cómico propio de la farándula y el descoque, si lo miran bien hasta se parece al brujo, ven, otra mirada inquietante, tierna y desafiante, cuerda y loca, terrenal y divina.
Y Putin es otro cantar, sus ojos azules, fosilizan al más impasible, soy incapaz de alzarle la voz, ni llevarle la contraria, su retórica es tan contingente, que me cuesta desafiarle, tiene el don de no mirarte y hacer ver que está hablando solo para ti, sus aseveraciones son tajantes y vigorosas, como la perestroika.
Los tres deambulas a sus anchas por mi casa, mantienen conversaciones de lo más dispares, y sus manías son ajedrezadas, Curie, se lava el pelo con un champú especial de aceite de almendras y solo se alimenta de té verde y frutos secos, Einstein, con su humor habitual me ayuda en todas las tareas de la casa, igual te prepara un Baklava, dulce judío con nueces picadas y agua de canela, que mantenemos largas charlas sobre una rara teoría que intenta explicarme mil veces, algo parecido a la relatividad, creo
Y Vladimir, no habla, solo observa, cuando anda merodeando, no puedo pegar ojo, todo lo que hago o digo, le parece bien, aunque intuyo que no me escucha, su mente esta en otro lugar, y algunas veces, entre dientes, murmura Sochi, Sochi, digo yo que será otro plato típico ruso, nosotros le respondemos Если, menos Albert, que cuando este se da la vuelta, le saca la lengua, cosas de genios y estrategas.